domingo, 24 de mayo de 2009

Mi Padre, mi Amante.

Esta es una historia acerca de Fernanda, una chica guapísima que vive sola con su Padre, y claro, está perdidamente enamorada de el. (En este capítulo hay sexo oral y vaginal, juegos de dominación e incesto puro y desvergonzado.)




En una casa en las afueras de la ciudad, casi a medianoche…



“¿Es tan malo que una se enamore de su Papa?” Me dije con una sonrisita coqueta, sosteniendo su foto mientras permanecía acostada en la cama, vestida solo con unas panties blancas de corazoncitos y una coqueta blusita rosa. Y en la foto mi padre se veía con un porte señorial, vestido con un elegantísimo saco negro y finísima corbata gris, posando junto a varios de sus empleados de la fabrica y sonriendo de forma encantadora.

Me mordí los labios con picardía y seguí embobada viendo la foto, admirando como a sus 45 años mi Padre era la imagen ideal de lo que toda mujer quiere: Atractivo, serio, elegante y refinado. Y su rostro era francamente irresistible, ya que tenía una exótica mezcla de rasgos viriles pero refinados, con seductores ojos negros que transmitían la más absoluta sensualidad.

Pero lo que me volvía loca era su cuerpo, fuerte y muscular, que al marcarse debajo de su traje le daba una apariencia irresistiblemente erótica, y cada que lo tenía cerca sentía un latigazo de calor por todo mi cuerpo…

…Y malos pensamientos.

Claro, yo ya había tenido algunos novios en el pasado, pero ninguno estaba a su altura. Ni siquiera se le acercaban. Simplemente, para mí no había otro hombre como mi Padre. El era mi maestro, guía, confidente y mejor amigo. Y ansiaba con toda mi alma llegar a ser algo más en su vida, ser suya en TODOS los sentidos posibles…

Suspiré suavemente y me quedé pensativa, recordando cómo estas ideas "indecentes" habían comenzado.

Hace un año mi Mama había muerto en un accidente, dejándonos solos a mi padre y yo, y desde entonces nos habíamos vuelto casi inseparables, al grado que en muchos sentidos yo me había vuelto como una esposa para él.

Mis responsabilidades eran muchas: En las mañanas el me llevaba a la escuela y se iba al trabajo. Yo regresaba en la tarde y me hacía algo de comer, luego limpiaba y ordenaba la casa, lavaba la ropa y hacía mi tarea. Cuando por la noche él volvía a casa yo le preparaba la cena, y entonces nos quedábamos platicando hasta muy tarde.

Y esos momentos eran los mejores de todo mi día.

Pero últimamente nuestra relación estaba tomando un rumbo peligroso.

Siempre había sabido que entre él y yo había algo más que una sana relación Padre-Hija, y desde que mi cuerpo había comenzado a desarrollarse mi Papá me miraba de ciertas formas que no dejaban duda que me veía como mujer. Y claro, yo le respondía de igual manera y las insinuaciones y coqueteos entre los dos eran muy divertidos.

Pero desde hace unas semanas la situación se había intensificado: Ahora era normal que él me agarrara las piernas a cada rato o que me acariciara la espalda de formas nada inocentes, y hasta nos acomodábamos de cucharita al ver la tele en su recamara. Incluso cuando me iba a dejar a la escuela y me daba el beso de despedida nuestros labios se acercaban cada vez mas…

Pero ninguno de los dos se atrevía a ir mas allá, y debido a eso la tensión sexual se estaba volviendo insoportable.

“¿Y si él espera que yo de el primer paso?” Me dije mientras me asomaba por la ventana, esperando ver su carro llegar en cualquier momento. “Uff, ¿Pero… y si no? Me moriría de la pena y mi Papa pensaría que soy una pervertida.”

Me reí tontamente ante esa idea, pero justo entonces vi un par de luces avanzando entre los árboles y reconocí inmediatamente su Mercedes.

“¡Ya llegó!” Dije saltando de la cama, y a toda velocidad bajé la escalera hacia la entrada de la casa, pero cuando abrí la puerta me quedé impactada…

Ahí estaba mi Padre, tan guapo y perfecto, sonriéndome. “Hola Fernanda.”

"¡Ricardo! -Grite emocionada, colgándome de su cuello mientras lo llenaba de besos. -¿Tienes hambre?”

Pero el sólo sonrió seductoramente y me apretó entre sus brazos, aunque sin disimular su interés en verme vestida con tan escasas prendas. “Te ves hermosa, mi amor. Pero mejor dime Papá.”

“Ay Papá. –Le respondí con una mueca de juguetón reproche, ya que él nunca dejaba que lo llamara por su nombre. Con mucha emoción lo fui siguiendo mientras él caminaba hacia la sala y con un gesto cansado se quitaba el saco.- ¿Te hago algo de Cenar?”

“No, no tengo hambre. –Dijo con voz suave mientras se sentaba en su sillón favorito y prendía la televisión. –Sólo quiero descansar un poco y disfrutar de tu compañía. Aunque un masaje en los pies me encantaría.”

“S.si, ¡Lo que tu ordenes Papa!” Le dije con una sonrisa traviesa mientras me arrodillaba frente a él y le quitaba los zapatos, arqueando provocativamente la espalda al hacerlo. “¿Tuviste un día pesado?”

Mi Padre cerró los ojos y se recostó en el sillón, con una expresión en el rostro de que estaba disfrutando el masaje. “Si, la junta de accionistas quiere que reorganicemos 3 divisiones en la fábrica. Pero no deseo aburrirte con eso.”

“N.no, Papa, tú nunca me aburres.” Me apuré a contestar.

El sonrió de forma encantadora y con voz baja me dijo: “¿Segura?”

“Sip, a ti nunca te mentiría.”

“Lo sé Fernanda, pero no creo que esos temas te interesen mucho. Mejor cuéntame algo, ¿Qué tal te fue en la escuela?”

Puse una mueca traviesa. “Ufff, bien, aunque tengo mucha tarea de física. Pero tengo aun dos días para entregarla.”

“Así me gusta, sabes que no quiero que descuides la escuela por atenderme, ¿Entendido?”

“Ay Papa, -Puse una carita de reproche. -Tú sabes que mis calificaciones son excelentes.”

“Y así quiero que se mantengan. ¿Esta claro, Fernanda?”

Me reí tontamente y asentí.

En ese momento mi Padre deslizó sus dedos por mi cabello y comenzó a acariciármelo de atrás para adelante, en una cadencia que dejaba en evidencia la tensión sexual entre nosotros. Cerré los ojos y por instinto abrí lentamente la boca, pensando en lo fácil que sería para él someterme ahí mismo…

Pero su voz me trajo de vuelta a la realidad. “Fernanda, mejor platícame de otra cosa. Por ejemplo, la forma en la que estas vestida esta noche. Se te ve muy linda la blusita y… los corazoncitos.”

Bajé la mirada y me sonrojé visiblemente. “¿T.te gustan, Papa?”

Pero su mirada no dejaba dudas, mi Papa me estaba prácticamente comiendo con la mirada, de la misma forma que un Lobo vería a una indefensa corderita. “Claro que si, te ves muy linda así.”

“Uff, g.gracias.” Me puse aún mas roja.

“Me gustaría que te levantes para verte mejor.”

“¡Sip! –Respondí mientras de un salto me ponía de pie, arqueando con picardía la espalda y jugando con mi cabello mientras esperaba más instrucciones de su parte. -¿Así Papa?”

Con total calma mi Padre juntó sus manos y se me quedó viendo con una expresión inconfundiblemente sexual, recorriendo con la mirada cada centímetro de mi cuerpo hasta que finalmente dijo: “Cada día que pasa te pones más hermosa, Fernanda. Eres igualita a tu Madre.”

Tuve que apretar las manos para no gemir. “Ay Papa, g.gracias.”

“Ponte de perfil.”

Obedecí inmediatamente.

“Acércate. -Dijo con voz firme. –Creo que falta algo.”

Con timidez di un paso hacia él y quedé parada entre sus piernas, aún de perfil y temblando de nervios. Mi Padre me miró con una expresión traviesa y de repente agarró el borde posterior de mis panties, jalándolas hacia arriba suavemente hasta que la delicada tela se metió entre mis nalgas y quedó como una tanga. “¿No es más cómodo así?”

Le di un tierno empujoncito y me volví a sonrojar de forma obvia. “¡Papa!”

El puso una expresión simpática al ver mi reacción, pero inmediatamente dijo: “¿Ah si? Creo que tendré que castigarte por eso, Fer.”

“¡Papá, noooooooo…!” Grite muy divertida mientras trataba de “escapar”, pero él fue más rápido y sin darme tiempo a nada me tomó de la cintura y me apretó contra él. Entonces comenzamos a “luchar” juguetonamente, y sus poderosos brazos me apretaban y zarandeaban de un lado al otro, llenándome de cosquillas mientras yo gruñía tiernamente y me retorcía como gata en celo, besándolo en cada oportunidad.

“Shhhh, quietecita. –Dijo él mientras trataba de someterme, sonriendo de forma encantadora. -Solo ríndete.”

Pero yo seguía riéndome como tonta, tratando de agarrarle la manos con las mías para detenerlo. “Ay ay, ¡Papa! M.me da… mucha risa, ¡Papa! ¡D.deten..te!”

“Ah, ¿Te resistes?” Me dijo sensualmente al oído, pero entre nuestras respiraciones agitadas y el forcejeo la situación se fue poniendo al rojo vivo. Poco a poco las cosquillas fueron transformándose en indecentes apretones, y sus manos comenzaron a deslizarse lujuriosamente por mis piernas y espalda, incluso atreviéndose a apretarme las nalgas de la forma más sexual posible.

Y mis reacciones eran primitivas y descaradas, jadeando mientras las poderosas manos de mi Padre iban y venían por todo mi cuerpo, a la vez que mi boca nunca paraba de darle juguetones besos en el cuello y mejillas.

Pero entre tantos esfuerzos mi respiración se estaba poniendo agitadísima, y con angustia vi que las fuerzas comenzaban a fallarme.

No podría aguantar mucho más.

Haciendo un último esfuerzo le di a mi Papa un fuerte empujón y caí rendida entre sus brazos. En ese momento él me dio un sonoro beso en la mejilla y con un gesto dominante me sentó en sus piernas, colocándome de espaldas contra su pecho a la vez que sus poderosos brazos rodeaban mi cintura y me apretaban fuertemente contra él.

Pero al hacer eso sentí su imponente erección apretándose descaradamente en su pantalón contra mis nalgas, y sin poderlo evitar se me escapó un suave gemido. “Ah, P.papa.”

En ese momento mis instintos tomaron el control y comencé a mover muy suavemente las caderas de atrás para adelante, de forma apenas perceptible pero indudablemente sexual. Pude sentir como mi Padre se ponía cada vez más tenso, hasta que finalmente me dijo al oído: “Peleaste bien, Fernanda, pero lamento decirte que perdiste.”

Me reí tontamente y asentí con actitud infantil. “Ay Papa. ¡Es que no es justo! ¡Tú eres mucho más fuerte que yo!”

"Bueno, es tu culpa entonces por no rendirte antes."

“Ay Papa..." Le respondí con expresión traviesa, arqueando la espalda contra su pecho. "Bueno, a la próxima me voy a rendir rápidamente y seré toda tuya."

“Así me gusta.” Dijo él con orgullo, pero en ese momento sentí que se acomodaba para darme un beso en la mejilla y por instinto volteé rápidamente, y de golpe nuestros rostros quedaron frente a frente, con nuestras bocas a apenas un centímetro de encontrarse…

Pero él se detuvo inmediatamente.

Y yo no me atreví a acercarme.

Su boca seguía ahí, tentadora pero inalcanzable, tan cerca y tan lejos. Y solo nuestras respiraciones aceleradas rompían el estremecedor silencio en la habitación.

Bésalo, bésalo, bésalo, retumbaba en mi cabeza una y otra vez mientras yo me deshacía en nervios, como aquella ovejita que tiene que besar al todopoderoso León, hasta que finalmente logré controlarme y haciendo acopio de todo mi valor me fui acercando a sus labios, pero…

El volteó la cara de inmediato, con una expresión de angustia. “No, Fernanda, no. Esto no debe suceder.”

“¿P.papa? P.pero yo te amo, y.yo no…” Traté de decir.

Pero el no me escuchaba. Se cubrió la cara con una mano y abruptamente se levantó del sillón. “No puedo ser tan egoísta. No contigo.”

“P.pero Papa…”

“No, no digas nada. –Dijo mientras se daba vuelta y subía con prisa las escaleras hacia su recamara.- Vete a dormir, Fer, ¿Ok? Es muy tarde.”

“N.no, yo…”

Pero el ya no me respondió, y unos segundos después oí su puerta cerrándose.

Sin poder evitarlo me puse en posición fetal sobre el sillón y comencé a llorar desconsoladamente, con mil pensamientos negativos en la cabeza. ¿Por qué me rechazó? ¿Qué hice mal! Oh Dios, ¡¿Qué hice?!




Y así estuve casi media hora, hundida en la culpa, hasta que…

“N.no, n.no d.debo rendirme. -Dije entre sollozos, limpiándome las lagrimas.- D.debo pensar, Fernanda piensa. ¿Qué hago ahora?”

Pero en ese momento supe que solo había un camino posible: Tomar al toro por los cuernos. Meterme en su cama y a ver qué pasa. Tendría que demostrarle a mi Padre que con nadie estaría mejor que conmigo, y que no se debería sentir mal por eso.

“Si, -Me dije para darme ánimos. –Eso es. Es ahora o nunca.”

Decidida me levanté del sillón y con mucho sigilo subí las escaleras en dirección a su recamara, y cuando llegué me asomé con mucho cuidado por la puerta, atenta a cualquier ruido sospechoso.

Y ahí estaba él, tan espectacularmente guapo como siempre, dormido profundamente con sólo unos bóxers azules mientras su magnífico cuerpo relucía con la tenue luz que entraba por la ventana.

Oh Dios, estoy loca. Pensé angustiada mientras entraba gateando a su recamara y me dirigía al borde de su cama, hasta que finalmente me asomé con timidez entre sus poderosas piernas abiertas. Y casi inmediatamente mis ojos se clavaron en el tremendo bulto de sus boxers, y aunque me puse roja de la pena no pude quitarle la vista de encima.

Y para empeorar las cosas…

…Comencé a salivar.

No podía engañarme a mi misma: Quería meterme eso en la boca. Es más, se estaba volviendo casi urgente. Pero mis nervios iban en aumento...

“V.vamos, Fer, tengo que hacerlo.” Me dije una y otra vez en voz baja para darme ánimos, hasta que finalmente logré reunir las fuerzas y con un movimiento sutil apoyé mis manos en la cama y me coloqué entre las piernas de mi Padre, con mi boca justo sobre sus bóxers. Pero al hacerlo la cama se movió un poquito y asustadísima volteé a ver si se había despertado, aunque mi corazón volvió a latir al ver que seguía durmiendo plácidamente, sin sospechar lo que estaba a punto de suceder.

Pero yo estaba decidida.

Con mucho cuidado metí mi mano en la rendija de sus bóxers y saqué de su escondite al imponente miembro que ahí dormía, pero de repente el poderoso instrumento comenzó a erguirse de forma desafiante en mi mano, con poderosas venas palpitando a todo lo largo a la vez que el grueso glande se asomaba descaradamente por el prepucio, y todo fue creciendo y creciendo hasta que me quede con un palo inmenso entre mis dedos.

Me quedé boquiabierta…

Y hambrienta.

“A la una… -Me dije para dame valor. –A las dos… y a las…”

“…Tres.” Con un movimiento firme abrí la boca y me metí la gruesa cabeza morada hasta la garganta, apretando mis labios alrededor del venoso tallo mientras mi mano comenzaba a frotar suavemente la base. Entonces mis mejillas se hundieron en la más exquisita succión y comencé a MAMAR la verga de mi Padre vigorosamente, subiendo y bajando mi rostro a todo lo largo mientras un exquisito sabor salado comenzaba a llenar mi lengua. “MFFFMmmf… mfmfmffm… mfmfmfmfmm… mfmfmfmf…”

La reacción de mi Padre fue inmediata: Su cuerpo se puso visiblemente tenso y un suave gemido escapó de sus labios. “Ohh…”

Pero yo estaba aceleradísima, devorando su falo con entusiasmo mientras mis pensamientos iban a mil por hora. ¡Dios mío, se la estoy mamando! A mi Papa… ¡Tengo su verga en la boca! Oh Dios, oh Dios, su verga, se la estoy mamando…

Y mi cuerpo también estaba que ardía, y el delicado botoncito entre mis piernas estaba vuelto loco, pulsando como nunca mientras una deliciosa capa de sudor comenzaba a cubrir todo mi cuerpo. Mi respiración se volvió descaradamente sexual, y entre tiernos gemiditos mis pezones se levantaron desafiantes y mi espalda se arqueó de formas físicamente imposibles.

Pero en mi mente solo había un pensamiento: Mamar.

Y mi boca estaba resultando incansable, apretándose con fuerza alrededor del delicioso tubo de carne una y otra vez, succionándolo como desesperada mientras la fricción de mis tiernos labios subiendo y bajando contra sus venas se volvía insoportable. “MFFFM… mfmfmf… mfmfmfm… mfmfmf…”

“Oh D.dios…” Dijo mi Papa con la voz entrecortada, jalando las sabanas con un gesto agresivo mientras poco a poco despertaba. Al verlo reaccionar así sentí un latigazo de placer por todo mi cuerpo, y casi me vengo en ese momento.

Pero nada me detendría ahora, y con desesperación mi boca volvió a llenarse de carne mientras mi saliva bajaba abundantemente por el miembro de mi Padre, empapándole las bolas mientras mi lengua se retorcía como serpiente a su alrededor.

"Oh... Dios." Dijo mi Padre con un angustioso suspiro mientras inclinaba la cabeza a un lado, como si no quisiera darse cuenta de quién era la boca que le estaba mamando la verga.

Pero yo quería que él supiera.

Me detuve inmediatamente, respirando agitadamente sobre la gruesa cabeza morada: “¿P.papa?”

“Oh Dios, Fernanda… no.” Dijo mi Padre cubriéndose la cara con las manos, pero no lo dejé terminar. Mis hambrientos labios volvieron a aferrarse a su miembro y seguí mamando con voracidad. “MFmm… mfmfmfm… mfmfmfm…”

La reacción de mi Padre fue intimidante: Apretó los puños y se puso increíblemente tenso, temblando ligeramente mientras ponía la más sexual cara de angustia que le hubiera visto jamás. “N.no, F.fernanda, no…”

“¿No…?” Le pregunté, con mi tierna boca colocada alrededor de la gruesa cabeza morada pero sin tocarla, respirando agitadamente.

De repente sus dedos se deslizaron por mi cabello, temblando ligeramente, y entonces sus poderosas manos sujetaron firmemente mi cabeza. ¿Estaban ahí para detenerme? ¿O para obligarme a seguir?

La respuesta fue inmediata.

Sus manos me empujaron firmemente hacia abajo, obligándome a comerme su verga hasta que tuve la mitad adentro. Pero cuando sentí la punta de su miembro presionando mi garganta pataleé ligeramente y puse una carita de angustia, ya que estaba a punto de ahogarme. “UF.f.f… ugh… ugh…”

Pero su voz fue directa: “No luches. Ríndete.”

Un par de lágrimas se resbalaron por mis mejillas al ser tratada tan "rudamente", pero la voz de mi Padre era sagrada y sus palabras retumbaron en mi mente: Ríndete… ríndete… ríndete…

Y eso hice.

Cerré los ojos y dejé de luchar, colocando mis manos a mis costados con actitud sumisa. Entonces mi Padre me tomo del cabello y con mucho cuidado sacó su miembro de mi boca, diciéndome con voz suave: “Eso eso, Fernanda. Ahora, respira profundamente.”

“Cof, cof…” Tosí un par de veces mientras llenaba mis pulmones, pero apenas un segundo después sentí el implacable apretón en mi cabello y la poderosa anaconda volvió a meterse brutalmente entre mis labios, llenándome la boca por completo mientras su gruesa cabeza presionaba mi garganta.

En ese momento mi Papa comenzó a mover suavemente sus caderas de arriba hacia abajo, follándome la boca en una exquisita cadencia sexual mientras sus ásperas venas se deslizaban una y otra vez contra mis delicados labios, abiertos de par en par.

Y solo mis gemidos guturales rompían el silencio. “Ugh… ugh… uh… ugh…”

Cerré los ojos y mi mundo se volvió subir y bajar, a un ritmo hipnótico del que no quería salir nunca.

“T.tócate, Fernanda.”

Con total descaro deslicé mis manos por debajo de mi cuerpo y comencé a frotar mi sexo de la forma más primitiva posible, arqueando la espalda y parando las nalgas como si estuviera en celo, en actitud claramente receptiva. "Mgmg... mfffm... ugh... mgmg..."

Mi Padre vio mi reacción y se puso aún más tenso, jadeando de forma ruidosa mientras sus caderas follaban mi boca cada vez más rápido, a un ritmo que no dejaba dudas de que estaba a punto de venirse.

Pero yo estaba equivocada, porque el cruel castigo duró casi 10 minutos más, en los cuales mi boca fue violada sin piedad una y otra vez, hasta que de repente mi Papa me apretó agresivamente contra su verga y dijo con voz firme: “¡T.tomatelo… todo!”

En ese momento un violentísimo chorro de leche espesa y salada impactó directamente contra mi garganta, y solo pude poner una carita de angustia mientras inmediatamente llegaba otro más. Y otro. Y mil más, en cantidades industriales.

Y obedecí.

Con un abundante trago el semen de mi Padre entró en mi cuerpo, pegándose por todos lados mientras bajaba lentamente por mi garganta. Mi lengua se retorcía en un mar blanco, y el intenso sabor salado llenaba mis sentidos por completo. Entonces tragué de nuevo, y luego otra vez, hasta que comencé a beber su leche en el más absoluto frenesí, alimentándome vorazmente como si mi vida dependiera de eso.

Pero finalmente mi boca ganó la batalla y deje a mi Padre COMPLETAMENTE seco, y entonces me quedé respirando tiernamente sobre la punta mientras él se cubría la cara con las manos, agitadísimo.

Nos quedamos en silencio durante varios minutos sin que nadie se atreviera a nada, ni siquiera a mirar al otro.

“¿P.papa?” Pregunte con voz inocente.

Pero el no dijo nada y de repente sus ojos encontraron los míos, y su mirada era inconfundible: Quería poseerme, entrar en mi cuerpo y hacerme su mujer de una vez por todas.

Al ver eso me mordí los labios con expresión pícara e instantáneamente mis instintos de mujer tomaron el control: De un salto me acosté boca abajo junto a él, dejando mi espalda en la posición más vulnerable posible mientras mi respiración se aceleraba con cada segundo que pasaba.

Sin que hiciera falta decir nada mi Papa me subió en mí y dejó caer su poderoso cuerpo sobre el mío, respirando agitadamente en mi oído mientras con un brusco tirón me bajaba las panties hasta las rodillas, dejando mis nalgas completamente indefensas para lo que vendría.

Me mordí nuevamente los labios y cerré los ojos con ansiedad, sintiendo como mi Padre se acomodaba sobre mi espalda y apretaba agresivamente sus caderas contra mis nalgas, pero sin penetrarme. Entonces pasó un brazo por debajo de mi rostro y me hizo recargarme sobre él, a modo de almohada, y con voz suave me dijo al oído: “¿Estas protegida?”

Asentí débilmente.

Y entonces sucedió.

Mi Padre agarró la punta de su verga y de forma cruda la deslizó de arriba a abajo entre mis firmes nalgas, presionando juguetonamente la entrada de mi ano y mi coño una y otra vez, hasta que finalmente la apunto a mi sexo y con un firme movimiento comenzó a enterrarme su carne.

Inmediatamente me puse muy tensa y casi grito al sentir como el grueso animal estiraba mis labios y amenazaba con partirme en dos. “¡Ah! P.papa… d.desp… despacio… ahhh…”

La escena era primitiva, animal. Ahí estaba un poderoso semental sometiendo a su pequeña y delicada hembra, preparándola para ser montada y recibir su leche.

Puse una carita de angustia al sentir como la verga de mi Padre seguía entrando en mi cuerpo, centímetro a centímetro, y parecía que no se detendría nunca. Su sudor caía copiosamente en mi espalda y su aliento quemaba mi nuca, y solo pude quedarme quietecita, gimiendo tiernamente mientras la más exquisita impotencia me consumía. “P.papa… ahh… mmmmm… mmmm…”

"Shhhh... quietecita, Fer. Ya casi." Me dijo mi Padre al oído, con la voz más seductora posible.

Finalmente las caderas de mi Padre dieron un poderoso empujón contra mis nalgas, y supe que me la había metido TODA.

Oh Dios, oh Dios. Me la metió toda. TODA. Pensé febrilmente mientras mi Padre reacomodaba su cuerpo sobre mí, preparándome para lo peor. Trate débilmente de colocar mis manos en una almohada para sujetarme, pero de repente sentí como él me las agarraba y con un gesto dominante las ponía en mi espalda, cruzadas de la forma más sumisa posible.

Me sonroje muchísimo al sentirme tan sometida, y se me escapo un suave gemido. “Ah.”

Entonces todo comenzó. Las caderas de mi Padre comenzaron a moverse suavemente de atrás para adelante, preparando mi indefenso cuerpo para el cruel castigo que estaba a punto de recibir.

“Ah… mmmm… mmm… ahhh…” Yo estaba vuelta loca debajo de mi Padre, gimiendo suavemente mientras mordía con ternura su brazo, pero él no decía nada.

NADA.

Su silencio era abrumador, y solo su respiración agitada me indicaba que estaba igual de excitado que yo.

De repente mi Papa me apretó fuertemente entre sus brazos, apenas dejandome respirar, e inmediatamente sus caderas aumentaron la velocidad, embistiendo mis nalgas una y otra vez mientras la cama temblaba violentamente. “¡Ahhh, mmmmm, aahhhhhh… P.papa!”

La sensación era exquisita, y yo me retorcía bajo su cuerpo mientras el fuego entre mis piernas quemaba todo mi ser, y el sentir sus poderosas embestidas contra mi tierno cuerpo mientras sus bolas golpeaban una y otra vez mi clítoris...

...Me estaban volviendo loca.

Cerré los ojos y me mordí los labios, llena de felicidad. Había soñado tantas veces con este momento que ahora que sucedía parecía irreal, como si me fuera a despertar en cualquier momento.

Por fin lo había logrado, ahora era su mujer, la hembra a la que le haría el amor todas las noches, la que ocuparía todos y cada uno de sus pensamientos.

Pero en contraste mi Padre no dejaba escapar una sola emoción, y solo respiraba sexualmente en mi nuca mientras me enterraba una y otra vez su poderosa lanza, manteniendo mis brazos en mi espalda.

“Ah... P.papa…” Dije con un tierno reproche, pero él me dijo en al oído: “No digas nada.”

Cerré los ojos y gemí cada vez más fuerte, arqueando mi cuerpo debajo del suyo mientras la fricción en mi sexo se volvía casi insoportable, como un taladro que me estuviera partiendo en dos, y supe que estaba a punto de venirme.

Pero el latigazo orgásmico llegó de forma brutal, casi sádica, y solo atiné a morder sexualmente el brazo de mi Padre mientras mi delicado cuerpo se estremecía violentamente. "¡Pa... Papá! ¡AAAAAhhhhh!"

Pero también el ya estaba casi a punto, y de repente sus caderas tomaron un ritmo bestial y me follaron con desesperación, hasta que después de algunos segundos se apretaron violentamente contra mis nalgas y su leche comenzó a entrar en mi.

"Fer... Fernanda." Me dijo con voz entrecortada, temblando por el esfuerzo.

Pero yo estaba exhausta debajo de él, respirando agitadamente mientras los últimos estertores orgásmicos recorrían mi cuerpo, y solo atiné a parar un poco las nalgas y quedarme quietecita mientras su semilla entraba a en mi cuerpo.

Después de algunos agónicos segundos sentí como mi Padre me daba los últimos empujones y supe que todo había terminado, y entonces nos quedamos quietecitos, sin que ninguno hiciera o dijera nada.

Silencio.

Los minutos pasaban y solo algunos soniditos sexuales rompían la monotonía. Casi se podían oír las gotas de sudor de mi Padre cayendo sobre mi espalda.

“¿P.papa?” Pregunté con voz débil.

“No, Fer… no digas nada.” Dijo él de forma apenas audible, casi como un susurro. Entonces giró sobre su cuerpo en la cama pero sin soltarme, quedándonos de cucharita, y con un gesto dominante sus poderosos brazos me apretaron contra su cuerpo.

Y así, sin decir nada…

... Me quedé dormida entre sus brazos.


***


Me desperté muy temprano sintiéndome increíblemente feliz, pero cuando voltee a ver a mi Padre solo encontré su lugar vacio.

"¿Ricardo?" Pregunté con voz suave, cubriendo mi desnudez con las sabanas.

Pero no obtuve respuesta. Y otra cosa me trajo de vuelta a la realidad, porque apenas intenté sentarme sentí un delicioso dolor en el trasero.

"A.auch." Puse una carita simpática mientras me sobaba, pero en mi mente no habían dudas: Lo volvería a hacer.

Cerré los ojos y emocionada reviví cada segundo de lo que había sucedido ayer: La cara de mi Padre cuando se la estaba mamando, los manoseos previos, el sentir su cuerpo sobre el mío mientras me montaba vigorosamente...

"Ufff... " Me mordí los labios con expresión coqueta, pero justo entonces oí pasos afuera de la habitación y de repente la puerta se abrió.

Y ahí estaba el, impecablemente vestido con un traje negro y corbata gris, elegantísimo, observándome con sus penetrantes ojos negros mientras una ligera sonrisa se asomaba en su rostro. "¿Dormiste bien, Fernanda?"

"S.si, Papa." Respondí con ternura. "A.anoche yo..."

"No, no digas nada. -Mi Padre bajó la mirada sutilmente. -Aun no, ¿Ok?"

"Pero..."

"Aun no, Fernanda."

Suspiré suavemente y me le quedé viendo, sin atreverme a nada. Lo que más quería en el mundo era saltar y abrazarlo, besarlo, que me hiciera el amor por días enteros... pero su reacción me confundía. ¿Se estaba arrepintiendo?

"¿Fer?"

"¿Si, Papá?"

Mi Padre se quedó en silencio por algunos segundos antes de hablar. "Solo necesito que me digas esto. ¿Tienes dudas?"

"Ninguna." Respondí con seguridad.

Nos quedamos en silencio.

"Bien. -Dijo mi Padre con un suspiro, como si no se atreviera a hablar normalmente. -Tengo que irme a trabajar ahora, pero..."

"¿Pero...?" Le respondí con actitud tierna, sonriendo.

Mi Padre no pudo evitar sonreír sensualmente ante mi actitud, y su respuesta puso a mil mi corazón: "...Pero te veré en la noche."

Me sonrojé de forma obvia y con actitud coqueta asentí, mordiéndome los labios.

Sin duda, esta noche sería especial.