lunes, 22 de junio de 2009

Esclava de mi Psicóloga

Este es el primer capítulo de la historia de Alejandra, una chica tierna y linda que tiene un gran problema: Es MUY tímida. Un buen día sus Padres la envían con su psicóloga escolar, la Dra. Ana Álvarez (La cual es, por cierto, guapísima.) con la esperanza de curarla. Pero desgraciadamente no todo sale como lo planearon…
(En este relato hay juegos de D/s, hipnosis, exhibicionismo, sexo oral, face sitting y hasta un perverso beso negro.)



1er Acto: La sesión de Hipnosis.



Me desperté lentamente en el diván, sintiéndome algo mareada. "Oh Dios, ¿Donde estoy?"

Con dificultad volteé a ver a mí alrededor hasta que después de unos segundos pude reconocer el consultorio de mi psicóloga escolar, la Dra. Ana, y al verla sentada a mi lado me tranquilicé muchísimo.

"¿Te sientes mejor, Alejandra?" Me dijo suavemente mientras me acariciaba la frente.

"S.si, creo que sí. ¿Qué pasó?"

"Nada, -Dijo con una sonrisa.- Solo estas despertando de la sesión de hipnosis que tuvimos."

“Ana, con esta ya van 13 sesiones. ¿Crees que… ya estoy curada?”

“De hecho, Alejandra, tu timidez va retrocediendo y estamos muy cerca del objetivo. Pero déjame terminar de anotar unas cosas y en un segundo te cuento lo que sucedió, ¿Va?”

“Si, la espero.” Le respondí mientras me volvía a acostar en el diván, emocionada con la idea de que por fin dejaría de ser tan tímida y así podría platicar con alguien sin ponerme roja, tartamudear o salir corriendo en pánico. Mi vida por fin sería lo que yo quería que fuera, y todo se lo debía a ella…

Ana.

Suspiré suavemente y me puse a recordar cómo había sido el proceso de mi tratamiento…

Y sin duda, la clave había sido la gran química entre las dos. Ana siempre era muy amable y paciente conmigo, y yo estaba fascinada con su clase y elegancia, además de su finísimo sentido del humor. Y con el paso de las semanas nuestra relación se había vuelto cada vez más cercana, al grado que ya me estaba atreviendo a contarle mis más íntimos secretos, y ella siempre me escuchaba con la más absoluta atención, como si yo fuera algo interesantísimo por descubrir.

Aunque había algo que me tenía con la curiosidad a mil: ¿Por qué no tiene novio, si está guapísima?

Bueno, más que guapa Ana era espectacular , ya que a sus 28 años tenía una figura estilizada pero curvilínea, con largas piernas torneadas que remataban en un trasero redondito y firme, el cual conectaba con una cinturita de avista que no le había visto a nadie. Y aunque sus pechos no eran exuberantes, estaban perfectamente proporcionados para su cuerpo…

Pero su rostro era lo mejor, ya que su precioso cabello café le caía hasta los hombros y enmarcaba perfectamente sus expresivos ojos color avellana, ligeramente rasgados, que junto con su nariz finita y labios coquetos le daba un aspecto tierno pero sexy, algo así como una mezcla lolita-femme fatale.

Casi una top model.

Y ese día ella iba vestida de una forma un poco más sensual que de costumbre, con un vestidito ajustado negro que se le pegaba al cuerpo de forma casi indecente y que dejaba un atrevido escote al frente, logrando que fuera casi imposible no mirarla.

Y eso estaba haciendo yo de forma obvia, fascinada viendo como su cabello se mecía con el viento de la ventana, hasta que de repente ella volteó en mi dirección y de forma evidente volteé la cara al otro lado, sonrojándome. Pero Ana no me recriminó nada y sólo dijo: "Bueno, Ale, hoy estuviste casi 1 hora bajo hipnosis, pero creo que comienza para ti una nueva vida."

"¿Una hora? Wow, realmente tenía muchos traumas acumulados." Respondí tratando de hacerme la simpática, pero entonces, al sentir el aire del ventilador directamente sobre mi cuerpo me di cuenta de algo…

Estaba completamente desnuda.

"P...pero..." Dije muy asustada, mirando de un lado para el otro, sin explicarme como era que mi ropa había desaparecido en un instante. “¡P.pero si hace unos segundos estaba vestida!”

"Relájate Alejandra, no pasa nada, -Dijo Ana sin poder contener una sutil sonrisa.- Esto solo es una consecuencia de lo que pasó en la hipnosis."

Puse una cara de angustia e inmediatamente me cubrí con las manos. “P.pero, ¡¿Y mi ropa?!”

Entonces sucedió algo que me asustó aun más.

Comencé a sentirme muy, muy caliente, como nunca en mi vida, y sin poder evitarlo mis manos se apretaron contra mi sexo y comencé a masturbarme furiosamente en el diván. "U...uf....ah… mmmm." Gemí mientras me retorcía de placer, tratando de controlar mis dedos pero sin éxito.

Ana se levantó de su asiento y caminó lentamente a mí alrededor, mordiéndose los labios con expresión de travesura. "Alejandra, ¿Sucede algo?"

"Ah… Mmmmm… N.no se... mis dedos no me... hacen caso."

"Detente."

Como por acto de magia mis dedos se detuvieron, y me dejé caer pesadamente en el diván, respirando agitadamente mientras temblaba de nervios. "Ay D.dios…" Tartamudeé apenadísima por lo que acababa de hacer. “Q.que pena, Ana, te juro que yo no…”

"Tranquila, -Me respondió ella mientras me acariciaba la frente. -¿Recuerdas que te dije que hoy comenzaba una nueva vida para ti?"

"¿U.una nueva vida?"

Ana se sentó junto a mí y con la voz más sensual del mundo me dijo: "Alejandra, te explicaré todo pero antes quiero que hagas algo por mí. ¿Me traerías un refresco de la tienda que esta junto a la cancha de fútbol?"

"P.pero... Ana, ¿Y mi ropa?" Le dije sin atreverme a mirarla.

"Ah, tu ropa. Te confesaré algo: Como no me gustaba nada la tiré."

Sentí entonces una rabia tremenda al oír tan descarada confesión. ¡¿Quien se creía ella para tirar mi ropa?! “¿Ana, porque…?”

Pero ella solo tuvo que decir una palabra: "Tócate."

De golpe sentí un mareo, e inmediatamente mis manos volvieron a apretarse entre mis piernas. "Ah… N.no… mm… n.no…"

"Alejandra, no te sientas mal, si tiré tu ropa es porque te compré algo. Ahora, por favor revisa la bolsa rosa en la esquina."

Mis dedos se detuvieron y me quedé inmóvil durante unos segundos, respirando agitadamente mientras una gota de sudor resbalaba por mi rostro. Dios mío, ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué no me obedecía mi cuerpo?

Y la respuesta me llegó como balde de agua fría: ¡La hipnosis! ¡Eso había sido, de alguna forma Ana la había usado para controlarme!

Volteé a ver a Ana con furia en la mirada, sintiéndome traicionada y con ganas de golpearla. “¿P.pero como te atreviste? ¿Q.quien crees que eres para…?”

“Alejandra, por favor, no me obligues a ordenarte algo desagradable. –Dijo Ana con seriedad a la vez que caminaba hasta su escritorio y se sentaba sensualmente en la esquina.- Ahora, ve a revisar lo que hay en la bolsa rosa. ¿Ok?”

Apreté los puños con impotencia pero sin atreverme a nada, porque sabía que ella tenía la sartén por el mango. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podría salir de esta situación? Pero no se me ocurría nada, así que con mucha irritación fui hasta la bolsa y la abrí con un gesto desafiante, pero cuando vi lo que había en su interior me quede helada: Ahí estaba una micro faldita de colegiala roja junto con una blusita blanca delgadita, sin duda, la combinación más indecente posible.

“¡Ni loca me voy a poner esto!” Dije con mucha vergüenza mientras sostenía con miedo la faldita, que cada vez parecía más pequeña. “E.esto es una estupidez, e.es una…”

Pero Ana estaba fascinada con mi reacción, sonriendo como niña mientras me hacía señas de que siguiera buscando. “No te detengas, Alejandra. Aun hay mas.”

Suspiré resignada y volví a esculcar los contenidos de la bolsa, y entonces encontré algo aun peor: Escondida debajo de unos tenis y calcetines blancos estaba una micro tanguita blanca de hilo dental, la cual parecía sacada del catalogo mas depravado de Victorias Secret.

"Ay Ana, ¡No! –Dije poniéndome roja.- E.esta ropa es… ay Dios, no, no me atrevo. Por favor, no me hagas que…"

"Póntela, Alejandra. Estoy segura que te va a encantar cuando la pruebes."

“P.por piedad, Ana, mira que…”

“PONTELA.”

“E.esta bien, -Dije apretando los puños con impotencia. -¡T.tu gAnas! Me pondré la maldita ropa. ¡¿Contenta?!”

“Mucho.”

Con mucho coraje tomé la tanguita blanca y comencé a subirla por mis piernas, pero cuando el delicado hilito se deslizó entre mis nalgas no pude evitar poner una carita simpática y di un saltito. “Uy.”

Ana sonrió de forma obvia al ver mi gesto, y al verla tan divertida me sentí la más idiota del mundo, por lo que de forma seca le dije: “¿Podrías voltearte, Ana? Me siento incomoda si me ves mientras me visto.”

“No. -Dijo ella mordiéndose los labios con coquetería. -A propósito, que lindo se ve tu traserito con la tanguita.”

Estúpida…

Con mucha indignación agarré la faldita y me la puse rápidamente, tratando de darle el menor show posible a Ana, pero cuando la diminuta prenda estuvo en su lugar confirmé mis peores sospechas: Los perversa prenda apenas si cubría la mitad de mis nalgas, y para empeorar las cosas se levantaba alegremente a la menor oportunidad.

Pero Ana parecía muy complacida con el resultado, porque con un delicado gesto me indicó que siguiera.

Sintiéndome cada vez mas humillada tomé la blusita y me la puse, y cuando vi que dejaba mi cinturita completamente expuesta puse una expresión de ironía, ya que las cosas evidentemente no me saldrían bien hoy. Suspiré resignada y finalmente me puse los tenis blancos, y en ese momento Ana se acerco de nuevo.

“¡Te ves guapísima, Ale!” Me dijo con un tonito pícaro mientras deslizaba sus dedos en mi cabello para hacerme una cola de caballo. “Te ves muy, muy linda.”

"Por favor, Ana... no me obligues a esto..." Dije con timidez.

"No quiero oír quejas, Alejandra. -Me respondió implacable. -Ahora, quiero que camines hasta el espejo detrás de la puerta del closet para que te veas en el."

Caminé sin mucho entusiasmo hacia el espejo, pero cuando me vi en él sentí una descarga de adrenalina por todo mi cuerpo: Me veía como la colegiala mas zorra de la escuela, la típica colegiala caliente que quiere con todos, y con el perverso atuendo dejando poco a la imaginación aunque…

…Increíblemente sexy.

Y solo atiné a morderme los labios, con mil emociones contradictorias dando vueltas por mi cabeza.

"Sabía que te iba a gustar el resultado. -Dijo Ana en mi oído mientras ponía sus manos en mis hombros. -Mira, sé que has de estar muy molesta ahora. Ve a traerme mi refresco y cuando vuelvas te explicare como están las cosas, ¿Ok?"

Al oírla tan calmada y “En control” volví a sentirme muy irritada, por lo que me di la vuelta para confrontarla y con un gesto agresivo le dije: “¡Está bien, ¡Iré por tu maldito refresco! Pero cuando regrese vas a tener que explicarme TODO.”

Y sin darle tiempo a nada salí del consultorio azotando la puerta y caminé rápidamente por los pasillos de la escuela, a la vez pensaba una y otra vez en lo que acababa de suceder. ¡Maldita sea! Ana, ¡¿Cómo te atreviste a hacerme esto?! ¡Yo confiaba en ti! Ay… ¿Por qué, porque, porque?



2o Acto: Expuesta frente a todos.



Estaba tan enojada que perdí el sentido del tiempo y la dirección, caminando por mil pasillos hasta que de repente llegue al patio de la escuela y me quedé helada: El lugar estaba lleno de chicos, y TODOS tenían sus lujuriosos ojos puestos en mí.

“Oh Dios…” Me quede petrificada, con el corazón latiendo a mil por hora.

Y la cosa se puso peor, porque los murmullos a mi alrededor comenzaron a ser cada vez más fuertes y atrevidos: “¡Guapísima!” “¡Que piernas, que cara!” “Mi amor, ¿A dónde vas así?” “Que nalguitas, la estaría montando toda la noche.”

Y para empeorar las cosas mi cuerpo comenzó a excitarse de forma primitiva, como si estuviera en celo, a la vez que mi respiración se aceleraba y mis pezones se marcaban sensualmente contra mi blusita.

“Uff…” Me mordí los labios con ansiedad, y mi preocupación creció aun mas al ver que la tienda estaba hasta el otro extremo del patio, a miles de kilómetros de distancia y con un mar de gente de por medio.

Pero sabía que tenía que lograrlo, y entonces apreté los puños con determinación y comencé a caminar entre la multitud hacia la tienda, tratando de mantener la vista fija en mi objetivo.

Pero mi cuerpo parecía tener vida propia, y con cada paso mis caderas se movían sensualmente de un lado para el otro, y en ocasiones hasta daba coquetos saltitos, levantando la faldita para deleite de todos.

Dios mío, ¡Me he de ver súper estúpida caminando así! Pensé angustiada mientras veía las reacciones y piropos lujuriosos de los chicos a mí alrededor, y entonces aceleré el paso hasta que finalmente logré llegar corriendo a la tiendita, en donde me formé rápidamente en la fila y respiré aliviada.

Pero de repente una bandita de chicos “Heavy Metal” se acercó a mí y de forma atrevida me rodeó, aislándome de la fila. "Hola mamita, ¿Vas a comprar algo?" Me dijo uno de los chicos, un rubio de pelo largo, vestido de cuero negro y con apariencia desaliñada, que por su actitud parecía ser el líder del grupo.

"No, vengo aquí a ver el paisaje." Le contesté de forma déspota, cosa que hasta a mi me sorprendió, y con una temeridad que desconocía lo hice a un lado y volví a formarme.

"¡Pero miren a la niña, que agresiva! –Dijo el tipo mientras volvía a ponerse frente a mi.- Pero ya en serio, ¿Que quieres de la tienda? Yo te lo compro, mamita."

“Nada, estúpido, ¡Solo déjame en paz!”

Pero el chico seguía de necio y se ponía cada vez más agresivo, hasta que de repente se acercó por detrás de mí y me dijo al oído: “¿Me dejas decirte que tienes unas nalguitas deliciosas?”

Y no sé que me sucedió, pero al sentir como se pegaba contra mi espalda sentí un latigazo de adrenalina y le di una cachetada tan fuerte que el tipo cayó al suelo de forma grotesca. “¡Suéltame estúpido!”

"Pendeja... –Dijo el tipo con actitud rencorosa mientras que de un salto se levantaba. - Pero pronto tus nalguitas van a ser mías. ¿Oíste? A propósito. ¿No es tu nombre Alejandra? Te he visto en la clase de matemáticas y no pensé que fueras tan caliente, mi amor."

El oír mi nombre me dejo helada. Fue una súbita vuelta a la realidad, y durante unos segundos cerré los ojos mientras los remordimientos daban vuelta vorazmente por toda mi mente.

Pero a pesar de todo mi cuerpo me daba claras señales de que estaba disfrutando su nueva aventura. Mis pezones seguían súper firmes, marcándose descaradamente por debajo de mi blusa. Mi respiración era evidentemente sexual, y mis nalgas se apretaban con fuerza contra el pequeño hilo dental de mi tanga, como si se lo quisieran comer. Y ni que decir que estaba empapada…

"Vámonos, dejemos a la niña comprar su refresco." Dijo finalmente el rubio mientras se alejaba con su banda, y con el corazón latiéndome a mil pagué el refresco y sin importarme nada corrí de vuelta al consultorio de Ana.


3er Acto: Sometida.


Entré al consultorio y con violencia cerré la puerta, respirando agitadamente mientras Ana me sonreía con picardía sentada en la esquina de su escritorio.

"¿Y bien?"

Enojadísima azoté la lata sobre el escritorio. “¡Ahí tienes tu maldito refresco! Lograste tu cometido, ¡TODO mundo me vio andar por ahí casi desnuda!”

Pero Ana era toda calma y tranquilidad, y con un sensual tono de voz me dijo: "Esas no son las palabras que quiero oír de ahora en adelante, Alejandra, ¿Entendido?"

De repente, y con un gesto casi “inocente”, se acomodó en el borde del escritorio de tal forma que su faldita se levanto apenas unos centímetros, mostrando la parte inferior de su coqueta tanguita morada.

Y no sé que me sucedió, porque mi mirada se dirigió a ese lugar y me quede atontada, deseando con toda mi alma apretar mi boca entre sus piernas, hasta que de repente me di cuenta de mi comportamiento…

…Y me aterroricé.

¡¿Pero que me estaba pasando?! ¡¿Me estaba sintiendo atraída ahora por Ana?! No, Dios mío, ¡No! Me cubrí la cara con las manos y meneé la cabeza en franca negación, pero Ana se acercó lentamente y sujetó mi rostro entre sus manos, obligándome a verla a los ojos. “¿Todo bien, Ale?”

“S.si, y.yo no…” Tartamudeé torpemente, poniéndome roja de la vergüenza. Cerré los ojos y traté de concentrarme en la idea de que todo esto era a causa de la hipnosis, pero fue inútil. El estar cerca de Ana me estaba alterando muchísimo.

"Siéntate en el diván, Alejandra, -Me dijo ella con un gesto sensual.- “Te diré como será tu vida de ahora en adelante."

Obedecí sin dudar y en un segundo ahí estaba, recostada.

Ana caminó sensualmente a mí alrededor antes de decir algo. "Mira Alejandra, te confieso que me gustan las mujeres, aunque eso creo que ya lo sospechabas."

Y de repente comenzó a quitarse lentamente el vestido negro…

"Pero tengo un problema. Veras, ser lesbiana en una ciudad tan pequeña como esta es... bueno, muy difícil. Además, yo soy una mujer muy especial. Mis requerimientos son bastantes, no cualquier chica me sirve para mis propósitos."

Y ella continuó desvistiéndose hasta que se quedó solamente con la diminuta tanga morada y unos zapatos de tacón, y de forma irresistible mis ojos quedaron esclavizados en la espectacular visión sexual de su cuerpo: Piernas largas y torneadas, piel suave y deliciosamente aceitada, cinturita de avista, pechos pequeños pero definidos, nalgas firmes y poderosas, cabello largo y suave, y un rostro tan hermoso que hacía que te derritieras al verlo.

Un suave gemido se escapó de mis labios.

Básicamente, -Ana continuó diciéndome con una sonrisita traviesa.- Necesito una niña sumisa pero con calor en el cuerpo, que sea un poco loca pero dispuesta a servirme en todos los aspectos. Y esa eres tú."

"P.pero... yo no… -Puse una carita de nervios. -Ana, a mi no me atraen las... mujeres."

Ella se inclinó y me dijo al oído: "Mira Ale, no creo que seas lesbiana al 100%, pero desde que comenzamos la terapia he notado como me miras cuando crees que no estoy viendo. Y en la hipnosis nadie hace nada que no quiera, así que creo que es bastante seguro decir que como mínimo eres bisexual."

“N.no, eso n.no es cierto, Ana. Tú me estás controlando y no puedo… negarme.”

Ana besó suavemente mi oreja. "No, estás equivocada. Yo NO te estoy controlando. Más bien, TÚ me has obligado a someterte. TÚ lo deseas."

“Ana, n.no…”

“¿No?” Preguntó con una risita coqueta, y de repente sus manos me sujetaron la cabeza y su boca encontró la mía, besándome con voracidad mientras su lengua se deslizaba hasta mi garganta.

Y el éxtasis fue…

…Total.

Me aferré a esos labios húmedos con todas las fuerzas de mi ser, sintiendo como el fuego de la lujuria me quemaba por dentro mientras nuestras lenguas se retorcían violentamente en mi boca.

Y de nuevo mis manos volvieron a traicionarme y se deslizaron por debajo de la delgada telita de mi tanga, masturbándome agresivamente sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. “Ahhh… mmmmm.” Gemí de forma indecente, arqueándome en el diván sin importarme nada.

Y la actitud de Ana era voraz. Mis labios eran jalados, mordidos y chupados en la más exquisita agonía, casi sin dejarme respirar, a la vez que sus manos mantenían mi cara inmovilizada en un gesto claramente dominante.

S.su lengua… -Pensé febrilmente. -Oh Dios, q.que rico. H.hasta el…fondo, se mete… oh Dios.

Ella me tenía justo donde quería, y en medio del desenfreno más primitivo estuvo besándome durante casi 15 minutos, a la vez que mis propios dedos “trabajaban” sin descanso mis excitadas partes. Y cuando todo terminó los resultados eran evidentes: Yo estaba jadeando agitadamente y cubierta de sudor, con el pelo desordenado y mi tanga visiblemente humedecida.

“T.te ves muy b.bonita asi, Ale. -Dijo Ana mientras trataba de recuperar el aliento.- Empapadita y gimiendo.”

Trate de responderle pero un débil gemido fue lo único que salió de mis labios.

“Pero aún falta algo.”

“¿Q.que…?” Pregunté con miedo.

Ana sopló suavemente en mi oído y dijo: “Alejandra, voy a sentarme en tu cara.”

Al oír esto me puse muy tensa y me mordí los labios con ansiedad, y con una carita de angustia le dije: “Ana, n.no… yo nunca he…”

“Siempre hay una primera vez, Ale.” Me respondió ella mientras se incorporaba junto al diván, y entonces tomó los costados de su tanga y lentamente la fue bajando por sus piernas, dejando su magnífico sexo al descubierto: Un delicado par de labios cubiertos por una fina capa triangular de vello negro, la que con suaves destellos de luz delataba su exquisita humedad.

E irremediablemente mis ojos volvieron a clavarse en ese lugar y casi instintivamente comencé a salivar, pero lo peor fue que Ana se dio cuenta y se rió suavemente, lo que hizo que me pusiera roja como un tomate.

De repente ella apretó un botón en la base del diván e inmediatamente el respaldo comenzó a bajar, hasta que quedé completamente horizontal y mirando hacia el techo.

Y con un salto felino Ana se subió al diván y quedó arrodillada sobre mi cara, dejando su delicioso sexo a solo unos cuantos centímetros de mi boca.

Cerré los ojos con timidez y durante un segundo o dos intenté resistirme, sintiéndome increíblemente humillada al estar en tan indigna posición, obligada a servir sexualmente a mi captora…

…Pero en el momento que inhalé su exquisito perfume sexual mi razón se detuvo, y supe que no solo perdería la batalla…

…Sino que quería perderla.

"Alejandra, -Dijo Ana con voz tierna mientras me peinaba cariñosamente. -Abre todo lo que puedas tu boquita.”

Me rendí. Con un gesto inocente abrí la boca y en ese momento Ana colocó sus manos en mi frente y comenzó a bajar su cuerpo poco a poco, hasta que sentí como la punta de mi nariz se deslizaba entre sus húmedos vellos y un instante después mis labios se posaban en su sexo.

Y en ese momento algo se activó en mi interior, porque con furia desenfrenada apreté mi boca contra su intimidad y comencé a lamer y besar desesperadamente cada montículo, pliegue y cavidad a mí alcance, sintiendo como mi rostro quedaba completamente empapado de sus jugos. “¡MFFMFM… mfmfmfm… mfmfmfm…mfmf…!”

“Oh D.dios… ahhh.” Gimió Ana con sensual angustia, y cuando le metí la lengua hasta el fondo casi se desmaya. “¡Alejandra! Ahhhh.”

En un segundo mi boca se había convertido en la más depravada aspiradora sexual, con mis labios explorando descaradamente cada centímetro cuadrado de aquella deliciosa y húmeda selva negra, lamiendo con voracidad los cálidos jugos que fluían abundantemente hacia mi garganta. “MFmm… mfmfm…”

Las reacciones de Ana eran deliciosas, gimiendo tiernamente en ocasiones, riéndose sensualmente en otras, jadeando en unas cuantas mas, pero siempre temblando cada vez que mi lengua decidía explorar sus entrañas. Y de repente la situación se puso aún más caliente, porque Ana comenzó a mover sus caderas suavemente de atrás para adelante, restregando su húmedo sexo por todo mi rostro mientras usaba desvergonzadamente mi nariz para estimular su clítoris.

Y el sentirme así, tan… sucia, siendo usada para tan viles propósitos…

…fue embriagante. Primitivo. Sexual. Agónico.

Y yo quería más. Mi boca tenía una sed que solo su coño saciaría, y quería dejarla seca por completo. Y así, como si mi vida dependiera de eso, me apreté aun mas contra su cuerpo. “Mffmf… mfmfmf… mfmfmf…”

Oh D.dios, que d.delicia… s.su olor… su sabor…

“¡Ahhh! A.alejandra. -Dijo Ana con una risita al sentirme tan voraz, mientras sus manos temblaban en mi frente. –T.tu boca, Alejandra. E.es… s.sublime.”

Pero mi calentura estaba llegando a un nivel insoportable. Mi piel estaba hirviendo, mi respiración era la de una hembra en celo, y sin poder pensar en nada mas apreté mi cuerpo y traté de tener un orgasmo, pero…

…Fue inútil.

Puse una carita de angustia y lo volví a intentar, pero de nuevo mi cuerpo me cerró la puerta, y así fue una y otra vez, hasta que después de casi 15 minutos me rendí, casi al borde del llanto por la frustración.

En ese momento Ana detuvo sus movimientos y con voz sensual dijo: "Habrás notado, Ale, que no has podido venirte."

"P.por favor, Ana... -Dije con un gesto infantil. –T.tengo que venirme.”

“Bueno, hay una pequeña condición para eso.”

“D.dimela, p.por favor.”

Ana se rió suavemente al oírme tan dispuesta, y volvió a deslizar sus dedos por mi cabello con ternura, casi como si me quisiera preparar para lo que estaba a punto de oír…

“A partir de hoy, Alejandra, -Dijo haciendo una pausa dramática. -ÚNICAMENTE podrás tener un orgasmo si tu lengua está metida en mi culo.”

Me quedé helada.

¿M.meterle la lengua… ahí? P.pero, no… ¿C.como me pide eso? No, no lo haré, ¡N.no puedo!

“Ay… Ana, yo no puedo hacer eso, e.es que…”

“No hay peros, Alejandra. –Dijo Ana con total calma mientras sus manos seguían acariciándome el cabello. –Lo vas a hacer.”

“Es que… yo…”

De repente Ana puso una expresión impaciente y dijo: “Alejandra, mírame a los ojos.”

Obedecí inmediatamente, y en el momento en que nuestras miradas se cruzaron me perdí por completo, sintiendo una profunda paz.

“Alejandra, ¿Cuál es tu color favorito?” Me preguntó Ana con voz suave.

“Y.yo… creo que el Amari…”

De repente Ana chasqueó los dedos y mis ojos se enfocaron en ellos, pero después de algunos segundos volví a mirarla a los ojos.

“De nuevo, ¿Cuál es tu color favorito?”

“Y.ya te dije, el amari…”

Otro chasquido de dedos, y mi atención inmediatamente sobre ellos.

“¿Cuál es tu color favorito, Alejandra?”

“Ay Ana, el amari…”

Otro chasquido.

“¿Cuál es tu color favorito?”

De repente me sentí muy… muy cansada. Y la voz de Ana comenzó a sonar cada vez más lejana.

“E.el… amar…”

Otro chasquido.

“Am…” Dije con suavidad, casi durmiéndome.

“¿Te sientes cansada, Alejandra?” Me preguntó Ana con voz muy tierna.

Solo pude asentir débilmente.

“¿Cuál es tu color favorito?”

“E.el… am…”

Otro chasquido.

“Alejandra, te veo muy cansada. ¿Te puedo decir algo al oído?”

Solo atiné a gemir tiernamente mientras ella se acercaba a mi oído, aunque su voz seguía sonando muy lejana, casi como si estuviera a kilómetros de mí: “Alejandra, a partir de ahora tu obsesión será meterme la lengua en el culo.”

Otro chasquido.

Abrí los ojos y con actitud irritada le dije: “Ay Ana, ¡Ya te dije que mi color favorito es el amarillo!”

“Ah, ¿El amarillo?”

“¡Si! -Dije haciendo una mueca de incredulidad. -¿Por qué me lo preguntas tantas veces?”

“Perdona, -Me dijo de forma juguetona. –Por cierto, ¿Te pintaste las uñas de los pies? Se te ven súper lindas, ¿Me dejas ver?”

“Si.” Conteste con una inocente mueca, ya que hacían como 3 días me las había pintado y me agradaba que Ana lo hubiera notado.

En ese momento Ana volteó a ver mis pies y con sensual elegancia giró su cuerpo 180° sobre mí, dejando sus espectaculares nalgas justo frente a mi cara.

Y perdí el control…

Con desesperación tomé a Ana de las caderas y la jalé hacia mí, enterrando mí cara en su culo mientras mi boca buscaba afanosamente su exquisito ano, y cuando lo encontré mis labios se apretaron alrededor del tierno agujerito y le metí la lengua hasta el fondo. “MMmfmfmf… mfmfmffm… mfmfmffm.”

“¡Ahhhh! D.dios m.mio, Ale…” Dijo Ana con una ligera risita, apretando sus nalgas alrededor de mi rostro. "¿Q.que te pasa, Alejandra?"

Pero yo estaba como poseída, bombeando su ano con mi lengua a un ritmo frenético, a la vez que mis manos apretaban sus firmes nalgas una y otra vez, fascinada con su dureza. Oh Dios, que culo, que d.delicia, c.como me aprieta…

Y era evidente que Ana sabía cómo usar su cuerpo, ya que cuando mi lengua entraba en su cuerpo ella apretaba el ano para atraparla, haciendo casi imposible moverla, hasta que después de unos segundos la liberaba y entonces volvía a repetir el proceso.

Pero el estar así, vencida y sometida, obligada a realizar tan humillante tarea, sintiendo como el culo de Ana se apretaba vigorosamente contra mi rostro…

…Estaba causando reacciones físicas insospechadas en mi cuerpo, un calorcito que iba en aumento y me quemaba más y más, hasta que de repente un violento latigazo orgásmico me hizo retorcerme en la más exquisita agonía. “¡Aaaaaahhhhhhhhh!”

Grité sin importarme nada, retorciéndome agresivamente en el diván mientras Ana trataba de callarme usando su peso sobre mi cara. "Shhhh…quietecita, mi amor, quieta... "

Pero era demasiado placer, mi piel ardía y el corazón casi se me salía del pecho, y justo entonces otro orgasmo impactó mi cuerpo sin piedad, y luego otro más, y otro, hasta que no pude más…

…Y me perdí en la nada.




4 Acto: Yo esclava.


No sé cuánto tiempo transcurrió, pero cuando abrí los ojos vi el perfecto rostro de Ana sonriéndome de forma inocente, con su cuerpo apretándose deliciosamente encima del mío. “¿Te sientes mejor, Ale?”

“Y.yo…” Intenté decir algo, pero me sentía exhausta.

“Pobrecita, -Dijo ella con una coqueta sonrisa. –Estás toda sucia, Alejandra. Sudada, despeinada y mojada. Ven conmigo.”

Ana me tomó de la mano y torpemente la fui siguiendo hasta el pequeño baño que tenía en el consultorio, y una vez ahí me quitó la ropa y me metió a la ducha, en donde comenzó a lavar mi cuerpo amorosamente con jabón a la vez que me daba tiernos besitos en el cuello, mejillas, boca y frente.

Le sonreí ligeramente mientras el agua caía sobre mi piel, y entonces le pregunté con timidez: “¿Cuánto tiempo estuvimos…?”

“Una hora. –Dijo ella mientras deslizaba indecentemente el jabón entre mis nalgas, logrando que me riera un poquito. –Pero no te preocupes, aun te queda media hora para llegar a tu clase de Geografía.”

Cerré los ojos y pensé en lo que acababa de suceder.

Ayer Ana era solo mi psicóloga. Y hoy yo era su esclava. Hoy nos habíamos besado. Hoy mi boca había estado entre sus piernas. Hoy…

… Mi lengua había entrado en su culo.

Y no sabía cómo reaccionar. No lograba comprender en qué forma mi vida había dado este brutal giro, y las implicaciones de lo que vendría.

Sin embargo, mi cuerpo no tenia duda alguna.

Nunca me había sentido tan excitada, tan caliente, al grado de olvidarme de todo y actuar como una perra en celo, nunca me había venido así, con tanta intensidad que incluso me desmayé.

Pero tampoco podía olvidar que Ana me había esclavizado, y eso cambiaba todo. De golpe me había convertido en su esclava, su juguete sexual, su amante…

Pero aun así, yo no la odiaba, eso era seguro. Pero tampoco sabía si la amaba. ¿Es posible amar y odiar alguien al mismo tiempo? Aunque al estar así, con su cuerpo contra el mío, cautivada con su espectacular sonrisa…

… Me sentía protegida. Como si mi lugar fuera aquí, el único sitio en el que encontraría la paz, el único sitio que no me sería hostil. ¿Pero son reales estos sentimientos? ¿O me sentía así por la hipnosis?

Pero estaba agotada. Ya no quería pensar en nada más, así que me mordí los labios y durante los siguientes minutos me perdí en la suave respiración de Ana, que delicadamente recorría mi cuerpo con el jabón y me daba delicados besos en el cuello.

Y cuando salimos de la ducha ella me envolvió amorosamente con una toalla, y me señaló una bolsa debajo del lavabo. Con curiosidad fui a abrirla y no pude evitar sonrojarme al ver los contenidos de la misma: Unos micro shorcitos blancos, una blusita rosa y una micro tanguita blanca.

“Ay, ¿Otra vez?” Le dije con una tierna sonrisa mientras lentamente me ponía la tanguita.

Ana se mordió los labios y con voz sensual me dijo: “Si, ahora quiero verte sexy siempre.”

Asentí ligeramente mientras me seguía poniendo el atuendo, y entonces Ana se puso algo seria y me dijo: “A partir de hoy necesito que estés aquí todos los días a las 9am."

"Ana, -Dije con actitud tímida. -No puedo, a esa hora tengo clase de matemáticas y..."

"Alejandra, no te lo estoy preguntando. Mañana vas a estar aquí a las 9, así que cambia tus horarios. ¿Entendiste?"

"Si... supongo." Respondí con timidez, pero en ese momento volví a acordarme de mi “problema”, por lo que con mucha ansiedad le pregunté: “Ana, ¿Voy a seguir siendo… tímida?”

Ella se rio suavemente y me dijo a oído: “No. Ya no tienes ese problema.”

Mi corazón latió a mil por hora al oír eso. Una súbita felicidad me invadió por completo y la abracé con mucho sentimiento. “G.gracias.”

“De nada.” Me dijo Ana suavemente al oído, y entonces fue a recoger su ropa del piso y sin poder contenerme la devoré con la mirada mientras ella se sentaba provocativamente en el borde de su escritorio, aún desnuda.

“Y.ya me tengo que ir. –Puse una carita de preocupación. –Pero… ¿Puedo preguntarte otra cosa más?”

“Dime.”

"Ana, s.si me porto bien –Apreté mis manos con ansiedad. -¿Me dejarás libre?"

Ana sonrió de forma encantadora y dijo: "No."

Me mordí los labios con nervios ante esa respuesta, pero no supe que más decirle o cómo reaccionar. Y así, con mi vida dando un giro de 180 grados…

…Salí lentamente del consultorio, pero apenas di unos pasos me sentí muy conmovida y comencé a llorar en silencio contra una pared, con mil emociones conflictivas en el alma. ¿Pero eran lágrimas de tristeza? ¿De felicidad?

Ni yo misma lo sabía.